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«¡El sacerdote y el Sagrario!»
(San Manuel González)
Continuamos avanzando en la vida de san Manuel González.
Nace el 25 de febrero de 1877 en Sevilla. De familia humilde y “padres sólidamente cristianos”, como él mismo los definió, el pequeño Manuel es el cuarto de cinco hermanos.
Su madre comulgaba todos los días desde su juventud, costumbre rarísima en aquellos tiempos. De ella aprendió a rezar. En este ambiente en el que creció Manuel se cumplieron algunas de sus ilusiones, como la de formar parte de los «Seises» de la Catedral de Sevilla, grupo de niños de coro que bailan en las solemnidades del «Corpus Christi» y de la Inmaculada.
Una honda huella dejó en él el recuerdo de sus padres a quienes reconoció, agradecido, su sacrificio por su hijo sacerdote. La vivencia cristiana de su familia y el buen ejemplo de sacerdotes le llevaron a descubrir su vocación: quería ser sacerdote.
Escribe san Manuel: “¡Con qué gusto habla un sacerdote del Sagrario!, del Sagrario en que vive el Jesús que lo ha hecho su consagrante, su repartidor, su guardián, su vecino, su confidente, su... inseparable. ¡El sacerdote y el Sagrario! ¡Dios mío! ¡Lo que da que decir y que pensar y que amar y que agradecer y que derretirse la unión de esas dos palabras! Porque pensar que con valer tanto y tanto el Sagrario, la divina largueza lo ha unido tan estrechamente al sacerdocio, que sin uno no puede existir el otro. ¡Sin sacerdocio no hay Sagrario!
¡Qué alegría, amigos, inunda mi alma de sacerdote al ver mi vida tan entrelazada, por así decirlo, con la existencia del Sagrario! ¿Qué le importa a un sacerdote no ceñir a sus sienes coronas de conquistador, de héroe, de sabio o de otras grandezas de aquí de la tierra, si puede saborear ante el cielo y ante la tierra el gusto inacabable de esa palabra: soy el hombre del Sagrario? (…) Tanto más cuanto que ese Sagrario de sus amores y que se ha instituido para ser conocido, amado y frecuentado, padece desconocimientos y abandonos inconcebibles, no solo por parte de los que viven lejos de él, sino de los que viven o debieran vivir cerca, muy cerquita...
A las veces, ¡echa tanto de menos el amigo Jesús del Sagrario las miradas y las palabras de cariño de sus sacerdotes! ¡La ternura de los sacerdotes, cómo la ansía!”.
Señor, “sin sacerdocio no hay sagrario”, nos dice san Manuel. Que no nos olvidemos de agradecerlo y de presentar a tus sacerdotes cuando estemos ante Ti, en nuestra oración, con nuestros sacrificios y ofrecimientos, especialmente de lo que más nos cueste… Y que ellos, en medio de sus tantas ocupaciones, no se olviden de que Tú ansías su ternura y compañía. Danos muchos y santos sacerdotes, Señor, y que en ellos esté el reflejo de tu mismo Corazón.
JESÚS, MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO.
Compositor e intérprete de la canción: Javier Salvado Romero.