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«Corazón de mi Jesús Sacramentado, Cárcel y Carcelero de Amor,
préndeme... ¡y no me sueltes!» (San Manuel González)
Hoy comenzamos un nuevo ciclo en el que nos adentramos en la vida de san Manuel González (1877-1940), cuyo deseo fue ser el “Obispo del Sagrario Abandonado”. De alma cultivada y carácter sumamente sencillo y afable, fue muy cercano al pueblo. También fue testigo presencial de la Consagración de España al Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919 en el Cerro de los Ángeles.
Su amor a la Eucaristía desde niño experimentó un momento crucial cuando, en uno de sus primeros destinos como sacerdote, descubrió un sagrario abandonado. Eso marcaría carácter en su espíritu, y todo su ministerio giraría desde ese momento alrededor del Corazón Sacratísimo de Jesús presente y vivo en la Eucaristía. Que acercándonos y conociendo a este santo, podamos decir con él: “Corazón de mi Jesús Sacramentado, Cárcel y Carcelero de Amor, préndeme... ¡y no me sueltes!”.
Nos dice san Manuel González: “Llamo tu atención, toda tu atención, (…) sobre la ocupación primera que he descubierto del Corazón de Jesús. Así, estar y no añado ningún verbo que exprese un fin, una manera, un tiempo, una acción de ese estar. No te fijes ahora en que está allí consolando, iluminando, curando, alimentando..., sino solo en esto, en que está. Estar en el Sagrario significa venir del cielo todo un Dios, hacer el milagro más estupendo de sabiduría, poder y amor para poder llegar hasta la ruindad del hombre, quedarse quieto, callado y hasta gustoso, lo traten bien o lo traten mal, lo pongan en casa rica o miserable, lo busquen o lo desprecien, lo alaben o lo maldigan, lo adoren como a Dios o lo desechen como mueble viejo... y repetir eso mañana y pasado mañana, y el mes que viene, y un año, y un siglo, y hasta el fin de los siglos... y repetirlo en este sagrario y en el del templo vecino y en el de todos los pueblos... y repetir eso entre almas buenas, finas y agradecidas, y entre almas tibias, olvidadizas, inconstantes y entre almas frías, duras, pérfidas, sacrílegas... -Eso es estar el Corazón de Jesús en el sagrario, poner en actividad infinita un amor, una paciencia, una condescendencia tan grandes por lo menos como el poder que se necesita para amarrar a todo un Dios al carro de tantas humillaciones”.
Señor, que no olvide jamás que tu precioso Corazón está aquí, esperándome siempre, escondido y paciente en el sagrario. Que acuda con presteza, todos los días, a acurrucarme en tu regazo para escuchar sus latidos y devolverte con mi poco amor las ternuras del Amor que Tú me das y anhelas de mi corazón. ¡Estás aquí!
JESÚS, MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO.
Compositor e intérprete de la canción: Javier Salvado Romero.