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PSICONEUROINMUNOENDOCRINOLOGÍA. (PNIE)
Basando la concepción actual, promovida desde la Org. Mundial de la Salud:
«La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades", en armonía con el ambiente vital. Por ello la integración del bienestar social en mi opinión es fundamental para abordar intergralmente la salud en redes desde lo molecular a lo social.
En tal sentido el concepto acerca de la red de interacciones inmuno-neuroendocrinas ha evolucionado en los últimos 30 años. En la opinión de Basedovsky, los aspectos más trascendentes son: la comprobación del intercambio de señales existente entre los sistemas inmune, endocrino y nervioso, la modulación inmune y la regulación de las funciones cerebrales. Los circuitos particularmente involucrados en estas funciones son: los productos de las células inmunes, el eje hipotálamo-hipofisoadrenal y el sistema nervioso simpático. La actividad de estos circuitos puede afectar las funciones inmunes y el curso de las enfermedades inflamatorias, autoinmunes e infecciosas. También, resulta evidente el importante rol de las citoquinas en la fisiología cerebral y en la integración de la red inmunoneuroendocrina.
Irwin, del Instituto de Neurociencias de la Universidad de California, también revisó los nuevos logros de la psiconeuroinmunología que permiten conocer: la interrelación entre conducta e inmunidad atribuible a los mediadores inmunes, los mecanismos hipotálamo-hipofisoadrenales y autonómicos que vinculan las respuestas del SNC con el sistema inmune, las manifestaciones inmunes de la depresión y el estrés y, su riesgo en las enfermedades inflamatorias e infecciosas.
Con los nuevos aportes de la psiconeuroinmunología se abre un nuevo camino, muy promisorio, para la cabal interpretación de la salud y la enfermedad y, se ofrece una visión de la mente, sana o patológica, como función cerebral suprema. Este novel enfoque integrador, enfatizaría el rol protagónico del SNC, por su influencia e interconexión bidireccional con el sistema endocrino e inmune.
Desde un punto de vista teleológico, se le daría al cerebro (y a la mente), ubicación acorde con su función rectora como director de la orquesta corporal, en la que él influye y puede ser influido por los demás sistemas corporales y por los estímulos originados en el medio ambiente social o en el propio sistema nervioso central desde las emociones. A la par, se haría más comprensible y evidente la base biológica que, intuimos, deben tener las enfermedades mentales, que podrían ser estrictamente funcionales y explicables en base a las alteraciones que ocurren a nivel molecular, en las que participan genes, neuropéptidos, hormonas, neurotransmisores, factores de crecimiento, ligandos y receptores y, sin que necesariamente, se acompañen de lesiones estructurales visibles e identificables por los métodos tradicionales de la neuropatología.
De tal manera, podemos vislumbrar que el organismo como un todo, mente y cuerpo, actuaría al unísono de forma coordinada y acompasada, en el constante proceso adaptativo requerido para mantener la homeostasis o recuperar la salud. Y para comprender este concepto, no deberíamos escindir al humano en porciones separadas como órganos y sistemas corporales, ya que desde un punto de vista conceptual, resulta imprescindible aceptar la participación integrada de unos y otros, para hacer posibles sus loables funciones.
Indudablemente, al poder confirmar las alteraciones biológicas que pueden ocurrir por el solo impacto del sufrimiento humano y su capacidad para engendrar múltiples enfermedades agudas o crónicas, la racionalización, la sublimación y la aceptación, en su máxima expresión, deberían hacerlo más llevadero y soportable, para poder alcanzar en la situación ideal la percepción de las sensaciones y emociones más deseables para el hombre, cuales son, la armonía y la felicidad.
¡Saludos afectuosos!
www.droscarvenegas.cl