Sala 20. Campigli-Fernández. Relación sin querer

Massimo Campigli vivió en París la recuperación de las artes llamadas “primitivas”. En su caso, arraigó en los restos de las necrópolis etruscas, en las pinturas de sus muros y en figuras de terracota tan confiadas como estas dos jóvenes que se distraen con un juego conocido desde tiempos romanos. Una herencia antigua, difícil de soslayar incluso para Marisa Fernández, una artista postminimal que entibia la geometría vertical de la madera tiñéndola con pigmentos y marcando su superficie con surcos como labrados por un arado, quizá también inopinadamente romano.