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Encadenando historias del universo de Tolkien, desde el Silmarillion hasta El Señor de los Anillos, pasando por El Hobbit, veremos cómo el poder de la creación y las subcreaciones mismas son el origen de la corrupción, y un foco de orgullo de codicia.
ÍNDICE:
0:00 - El Origen del Mal
2:04 - Aulë y la Creación de los Enanos
4:39 - Thorin y La Piedra del Arca
5:53 - Fëanor y los Silmarils
7:21 - Saruman y la Palantir de Orthanc
10:03 - Sauron (la corrupción de Mairon)
11:29 - Tolkien y la "Subcreación"
Resumen:
En la obra de Tolkien, el poder de crear es un foco de corrupción, como se evidencia en las historias de Melkor, Aule, Fëanor y Saruman. Melkor, el más poderoso de los Valar, introdujo discordia en la música de Ilúvatar al desear crear cosas propias, lo que lo llevó a la envidia y la destrucción. Aule, aunque similar en capacidad, fue perdonado por Ilúvatar porque creó con amor y humildad, no con la intención de dominar.
La Piedra del Arca y los Silmarils, ambas subcreaciones de gran belleza, también se convirtieron en fuentes de orgullo y codicia. Fëanor, el creador de los Silmarils, vio cómo su amor por sus propias obras desató conflictos devastadores. Saruman, discípulo de Aule, cayó en la corrupción al usar sus habilidades para emular a Sauron, quien también era discípulo de Aule antes de ser corrompido por Melkor.
Estas historias muestran que incluso las subcreaciones destinadas a celebrar la belleza original pueden corromperse. El deseo de imponer la propia voluntad y el orgullo asociado al acto de crear son peligros inherentes. Tolkien ilustra que el mal siempre será una corrupción de un bien preexistente, nunca una verdadera creación. El poder de crear, aunque dotado de potencial para maravillas, conlleva el riesgo constante de orgullo y codicia, convirtiéndose en un foco de corrupción.