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Nos somos muy importantes los unos para los otros. Debemos aprender a trabajar en todo aquello que confronte con el resto de individuos, en todas esas facetas que nos alejan de conseguir la armonía que el agua consigue cuando fluye por el río y desemboca en el mar; que las cuerdas de la guitarra consiguen cuando tocas un acorde. Armonía. Sin ella, no hay equilibrio, y a lo largo de mi vida, desde crío, podría recordar incontables ejemplos de lo que eso conlleva, y no es nada bueno. Si todos consiguiéramos entender lo importantes que somos los unos para nosotros, lo necesarios que somos para que todo nuestro interior funcione de la forma más óptima posible, estoy seguro de que cambiarían muchas cosas para mejor.