No todo puede acabar siendo material líquido, porque caemos en el simplismo de que nada acaba siendo importante, todo puede disolverse y hasta la barbarie no deja de ser una tormenta más en todo ese universo de la lógica líquida. No es tan solo que todo sea una mercancía, que todo puede ser negociable o todo tenga valor en cuanto resulte en un momento dado rentable, lo preocupante es que con esta actitud de lo disolvente nos estamos cargando la memoria, o la esperanza por algo mejor duradero. Bauman con tanto líquido está mandando un mensaje muy pesimista, la idea de que todo puede tener el mismo valor, y que la diferencia de prioridades no este en su trascendencia sino en el mero oportunismo de pasar a ser de forma efímera aquello que más cala en nuestras sociedades. En definitiva la lógica de lo líquido tira por tierra y manda a la porra toda posibilidad de aspirar a algo mejor, y hasta la actividad crítica cultural no es más que el resultado verborreico de un pensamiento líquido, fugaz y efímero. El arte parece ser una de las cosas que por su naturaleza Intrínseca le da la espalda y mil patadas a tanta disolvente metodológico, y Bauman parece no enterarse cuando habla del arte.