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Bases para entender "La polémica de auxiliis" (1582-1607) Gabriel Calvo Zarraute
/ @lasacristiadelavendee
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La polémica de auxiliis es la disputa teológica que, a finales del siglo XVI y principios del XVII, mantuvo enfrentados a los más preclaros teólogos españoles de las órdenes religiosas de dominicos y jesuitas a propósito de las materias de gracia y predestinación. La cuestión a debate era clásica. ¿Hasta qué punto es posible conciliar la potencia infinita de Dios y su omnisciencia con la libertad humana? Dominicos y jesuitas se infligieron ataques violentísimos. Los jesuitas, cuyo adalid era Luis de Molina, autor de la Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis, reaccionando frente al fatalismo protestante de Lutero y sus fautores, trataban de salvar la libertad humana del determinismo divino. Por ello, los hermanos dominicos, con Domingo Báñez a la cabeza, los acusarán de caer en el error de Pelagio. Ante esta acusación, los jesuitas se defenderán contraatacando y acusando a su vez a dominicos de abrazar el error de Lutero.
Ya en el concilio de Trento encontramos a los jesuitas Diego Laínez y Alfonso Salmerón defendiendo ideas premolinistas. Y en 1567 Domingo Báñez mantuvo en Alcalá su primera controversia pública oponiéndose a las ideas premolinistas que defendía el P. Deza, S. J.
Pero fue en 1582 cuando el premolinismo entró en escena públicamente en un acto escolástico celebrado en las escuelas de Salamanca y presidido por el mercedario Francisco Zumel. En este acto el P. Prudencio Montemayor, S. J., defendería una idea que aparecerá en la Concordia de Molina y que Báñez censurará en la Apología de los hermanos dominicos. Como consecuencia de la defensa de esta tesis, Báñez denunció ante el Consejo de la Inquisición al P. Prudencio Montemayor y a fray Luis de León, quien en el mismo acto escolástico había salido en defensa del jesuita. Báñez los acusó del intento de introducir en las escuelas doctrinas temerarias y con resabios de pelagianismo. Y como resultado de esta denuncia, el Santo Oficio falló en contra del P. Montemayor, que fue obligado a abandonar la enseñanza de la teología, y de fray Luis de León, a quien se prohibió seguir defendiendo tal doctrina.
De este modo, el premolinismo quedó prohibido en España. Seis años después, en 1588, Luis de Molina publica en Lisboa su Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis, divina praescientia, providentia, praedestinatione et reprobatione. Las ideas premolinistas toman ya forma sistemática en esta obra, cuya publicación intentaron impedir los dominicos, pero en vano, ya que la Inquisición portuguesa no había condenado el premolinismo, a diferencia de lo sucedido en España.
La publicación de la Concordia supuso que el molinismo fuera ampliamente difundido y discutido. Pero los dominicos denunciaron la obra ante el Consejo de la Inquisición de España, alegando que contenía las mismas afirmaciones temerarias que ya se habían condenado en 1582. Por esta razón, los jesuitas, temiendo un nuevo fallo condenatorio, apelaron a Roma, ante el descontento de la Inquisición española y del propio Felipe II.
En 1594 Clemente VIII dispuso reservarse para sí la resolución de la causa al mismo tiempo que imponía silencio a los litigantes. No obstante, ante el descontento de Felipe II, Clemente VIII accedió a que las censuras de la Concordia se realizasen en España. En 1598 se da acuse de recibo en Roma de todas las censuras y documentos relativos a la causa. Y ya a partir de este momento, dominicos y jesuitas trasladan todas sus discusiones a la sede pontificia.
En un principio, Clemente VIII, que se mostraba reticente a la condena de la Concordia, trató que dominicos y jesuitas se pusiesen de acuerdo, para lo cual dispuso mantuviesen conversaciones privadas, pero estas sesiones fueron tan violentas que el propio Clemente VIII decidió dirigir personalmente los debates. El 14 de febrero de 1602 comienzan en el Vaticano las congregaciones papales, de las que se celebrarían ochenta y nueve. Presidiendo una de estas sesiones, Clemente VIII sufrió un ataque que lo llevaría al sepulcro. Su sucesor en el solio pontificio, Paulo V, que mandó se reanudasen las disputas, finalmente, en 1607, dictaminó libertad para dominicos y jesuitas de defender su doctrina y prohibición absoluta de calificar de herejía a ninguna de ellas. Los jesuitas, exultantes ante el fallo, aclamaron a Molina victor y lo celebraron con festejos públicos, que incluyeron fuegos artificiales, músicas y corridas de toros.