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Esta es la historia de un muchacho que era muy buen estudiante y estaba interesado en el básquet. Le gustaba mucho este deporte y jugaba muy bien, así que se estuvo preparando entrenando muy duro y hasta se compró unos zapatos de marca y costosos que eran muy suaves y cómodos para jugar.
Por eso cuando vio la lista de seleccionados sintió que su mundo se venía abajo, pues no encontró su nombre en ella, sintió que se había vuelto invisible.
Pasó varios días triste, no comprendía por qué debía enfrentar él ese problema, era buen estudiante y jugaba muy bien. Su tristeza se convirtió en mal humor y comenzó a ser grosero con las personas que se preocupaban por él, ellos no entendían el gran problema que estaba enfrentando.
Un día muy frio y de lluvia subió a un autobús y unas paradas después subió una mujer sin zapatos, solo llevaba unas medias sucias y empapadas de agua, se sentó cerca del chofer y del joven.
El chofer, preocupado, le preguntó a la señora donde estaban sus zapatos, hacía mucho frio para que estuviera descalza.
La mujer le respondió:
No puedo darme el lujo de tener zapatos, subi al autobús solo para calentarme los pies, espero que no le importe que viaje un rato con usted.
El chofer le respondió sorprendido:
Puede viajar gratis, pero no comprendo como no se puede permitir un par de zapatos.
La mujer le explicó:
Tengo tres hijos y mi marido enfermó y nos dejó solos, a ellos no les faltan sus zapatos y abrigos, pero para mí no alcanzó, pero no se preocupe, estaré bien, sé que el Dios cuidará de mí.
El joven escuchaba la historia de la mujer mientras miraba sus zapatos nuevos, él pensaba que su problema era el más grande del mundo, hasta que escuchó la historia de la mujer.
El muchacho entonces se quitó los zapatos, él podría comprarse otros, pero ella no, esperó que los demás pasajeros bajaran del autobús y le entregó los zapatos a la mujer mientras decía:
Tome estos zapatos, usted los necesita más que yo.
Y se bajó deprisa antes de que ella pudiera decir algo, pero antes de que el autobús se pusiera en marcha escuchó a la mujer llorando decirle al chofer:
¿Vio? Yo le dije que Dios cuidaría de mí.
El joven caminó hacía su casa con los pies helados, pero con el corazón contento.
Narración: Liliana Gonzalez
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Música:
Kevin MacLeod (incompetech.com)
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