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La recolección de sal es un proceso artesanal que inicia con la preparación de eras, estructuras de arcilla que retienen agua salada. El método involucra técnicas específicas para extraer y cristalizar la sal, aprovechando factores climáticos como la alta temperatura y la baja humedad, que facilitan la evaporación del agua. Este proceso refleja una tradición que mezcla conocimientos empíricos y avances técnicos.
El agua utilizada proviene de fuentes subterráneas, cuya salinidad es medida con precisión para garantizar la calidad del producto. Estos datos del subsuelo son cruciales, ya que determinan la capacidad de producción y ayudan a planificar la elaboración de la sal de grano, un producto distintivo por su textura y pureza, adecuado para el mercado local e internacional.
La historia de la producción de sal en México resalta la importancia cultural y económica de esta actividad. Desde épocas prehispánicas, las comunidades han aprovechado los recursos naturales para producir sal, un bien esencial para la alimentación y la preservación de alimentos. En la actualidad, se conservan bodegas de almacenamiento antiguas como testimonio de esta tradición.