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Este conjunto de bellísimas estrofas que acompañan cada una de las estaciones del viacrucis, fueron escritos por el sacerdote español Ramón García, sacerdote Jesuita, y musicalizados por el maestro colombiano Gonzalo Vidal. Se popularizaron en Colombia gracias al padre Tomás Villarraga que imprimió en este país la famosa Áncora de Salvación del P. José Marh.
Aunque este conjunto es conocido como Viacrucis de Vidal -quien también musicalizó el himno de Antioquia, obra del poeta Epifanio Mejía-, este sólo musicalizó las estrofas que ya eran conocidas principalmente en Antioquia.
Fue el hijo de Don Gonzalo Vidal quien acompañó las grabaciones de este viacrucis que se realizaron en la Iglesia San José en la ciudad de Medellín. Y, aunque solo se grabaron la primera y la decimocuarta estación, el disco también incluyó otros temas religiosos musicalizados por Vidal como el Stabat Mater escrito por el franciscano Jacopone de Todi, Solo en Jesús y el Himno a la Soledad o ¡Van acá, pecador!.
I.
Por mí, Señor, inclinas
el cuello a la sentencia;
qué a tanto la clemencia
pudo llegar de Dios.
Oye el pregón, oh Madre,
llevado por el viento,
y al doloroso acento
ven del Amado en pos.
II.
Esconde, justo Padre,
la espada de tu ira,
y al monte, humilde mira
subir el dulce Bien.
Y tú, Señora, gime
cual tórtola inocente;
que tu gemir clemente
le amansará también.
III.
Oh pecador ingrato,
ves a tu Dios caído,
ven a llorar, herido
de contrición aquí.
Levántame a tus brazos,
Oh bondadoso Padre,
Ve de la tierra Madre,
llanto correr por mí.
IV.
Cercadla, Serafines,
no acabe en desaliento,
no muera en el tormento,
la Rosa virginal.
Oh acero riguroso,
deja su pecho amante,
vuélvete a mí cortante,
que soy el criminal.
V.
Toma la cruz preciosa,
me está el deber clamando,
tan generoso cuando
delante va el Señor.
Voy a seguir constante,
las huellas de mi Dueño;
manténgame el empeño,
Señora, tu favor.
VI.
Tu imagen, Padre mío,
ensangrentada y viva
mi corazón reciba,
sellado con la fe.
Oh Reina, de tu mano
imprímela en mi alma,
y a la gloriosa palma,
contigo subiré.
VII.
Yace el divino Dueño
segunda vez postrado;
deteste yo el pecado,
deshecho en contrición.
Oh Virgen, pide amante,
que borre tanta ofensa;
misericordia inmensa
pródiga de perdón.
VIII.
Matronas doloridas,
que al justo lamentáis,
¿Por qué si os lastimáis,
la causa no llorar?
Y pues la cruz le dimos
todos los delincuentes,
broten los ojos fuentes
de angustia y de pesar.
IX.
Al suelo derribado,
tercera vez el Fuerte,
nos alza de la muerte
a la inmortal salud.
Mortales ¿Qué otro exceso
pedimos de clemencia?
No más indiferencia,
no más ingratitud.
X.
Tu bañas, Rey de gloria,
los cielos en dulzura;
¿Quién te afligió, Hermosura,
dándote amarga hiel?
Retorno a tal fineza
la gratitud pedía;
cese ya, Madre mía
de ser mi pecho infiel.
XI.
El manantial divino
de sangre está corriendo,
ven, pecador gimiendo,
ven a lavarte aquí.
Misericordia imploro,
al pie del leño santo;
Virgen, mi ruego y llanto,
acepte Dios por ti.
XII.
Muere la Vida nuestra
pendiente del madero,
¿Y yo cómo no muero
de amor o de dolor?
Ay, casi no respira
la triste Madre yerta;
del cielo abrir la puerta
bien puedes ya, Señor.
XIII.
Dispón, Señora, el pecho
para mayor tormenta:
la víctima sangrienta
viene a tus brazos ya.
Con su preciosa sangre
juntas materno llanto;
¿Quién, Madre, tu quebranto
sin lágrimas verá?
XIV.
Al Rey de las Virtudes,
pesada losa encierra,
pero feliz la tierra,
ya canta salvación.
Sufre un momento, Madre,
la ausencia del amado;
presto de ti abrazado,
tendrasle al corazón.