Eduardo Alonso-Crespo - El Valle de los Menhires (1996) Score

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De la pieza: En el norte de Argentina (en lo que fueron los bordes del imperio Inca) existe un curioso lugar llamado Tafí del Valle. La provincia de Tucumán, donde éste se encuentra, es parcialmente un bosque subtropical, de clima cálido y húmedo durante gran parte del año. Partiendo de la ciudad capital, y ascendiendo cerros cubiertos de una vegetación tan densa que oscurece el cielo, el paisaje se torna más espeso y húmedo en cada curva. Repentinamente, sin embargo, y después de alcanzar las cumbres, la geografía cambia radicalmente. Un amplio valle se abre ante la vista, la vegetación se vuelve escasa, el aire seco y el cielo inmenso. De un costado se extiende una laguna y frente a ella un sitio sorprendente: el Valle de los Menhires. Docenas de menhires (monumentos monolíticos en forma de tótems) esculpidos en piedra por una antiquísima civilización desconocida, se yerguen uno junto al otro, como millones de dedos tratando de alcanzar el cielo. O, más precisamente, el Sol. Porque uno de los rasgos más intrigantes de los menhires son los ojos de las figuras talladas en ellos: siempre miran al Sol en su viaje cotidiano por la bóveda celeste. Por medio de alguna increíble técnica, el desconocido artista encontró el modo de usar las sombras de cada hora del día para hacer que las miradas se movieran, fijas en la poderosa Estrella que era el fundamento de sus creencias. Esta obra está libremente basada en este misterioso valle, partiendo de las implicancias de la Noche (la oscuridad y lo desconocido, la ausencia de fe), seguida del milagro del Alba (el diario renacimiento de la esperanza), y la plenitud del Día con nuestra estrella en el cenit. Este segundo cuarteto de cuerdas está dedicado al Cuarteto Latinoamericano y a su invalorable compromiso con la música de nuestra cultura y nuestro tiempo. Of the piece: In the north of Argentina (in what were the borders of the Inca empire) there is a curious place called Tafí del Valle. The province of Tucumán, where it is found, is partially a subtropical forest, with a warm and humid climate for much of the year. Starting from the capital city, and ascending hills covered with vegetation so dense that it obscures the sky, the landscape becomes thicker and wetter at each bend. Suddenly, however, and after reaching the summits, the geography changes radically. A wide valley opens before the view, the vegetation becomes sparse, the air dry and the sky immense. On one side there is a lagoon and in front of it a surprising site: the Valley of the Menhirs. Dozens of menhirs (monolithic monuments in the shape of totem poles) carved in stone by an ancient unknown civilization, stand side by side, like millions of fingers reaching for the sky. Or, more precisely, the Sun. Because one of the most intriguing features of the menhirs are the eyes of the figures carved on them: they always look at the Sun in their daily journey through the celestial vault. By means of some incredible technique, the unknown artist found a way to use the shadows of each hour of the day to make eyes move, fixed on the powerful Star that was the foundation of his beliefs. This work is loosely based on this mysterious valley, starting from the implications of the Night (the darkness and the unknown, the absence of faith), followed by the miracle of the Dawn (the daily rebirth of hope), and the fullness of the Day with our star at the zenith. This second string quartet is dedicated to the Latin American Quartet and its invaluable commitment to the music of our culture and our time.