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Nos acaba de contar el Fondo Monetario Internacional que el impacto de la IA afectará a un 60% de los puestos de trabajo en las economías más avanzadas, mejorando tanto la productividad como sustituyendo tareas. Todo indica que esta vez las protagonistas serán las actividades “White Collar” en las oficinas, tras décadas de ver cómo los robots mecanizaban tareas “Blue Collar” en las fábricas.
¿Hasta dónde llegarán? Es posible que tomen aquellas posiciones que manejen información y conocimiento existentes y recurrente, quedando fuera de su alcance lo más “genuinamente humano”, como el pensamiento creativo y crítico. Llamamos inteligencia artificial a un loro que no entiende ni una palabra de lo que dice y sólo calcula probabilidades de gráficos en forma de palabras, mientras nosotros “sabemos que sabemos”, somos razonables la IA sólo es racional y, hoy por hoy, no puede pensar críticamente.
Como nos cuenta el filósofo coreano Byung-Chul Han, “lo afectivo es esencial para el pensamiento, y la IA no puede pensar porque no se le pone la carne de gallina”. Ni tampoco puede crear, porque la esencia de la inteligencia es “elegir entre” (ínter-legere), y el algoritmo no puede ni debe transgredir sus líneas rojas (conforme a las leyes de la robótica de Asimov), por lo cual la creación real más allá de recombinar hábilmente canciones, libros o imágenes sigue siendo nuestro territorio.
Un estudio del MIT nos dice también que, a pesar de las predicciones de su impacto laboral, la IA aún necesita tiempo para su aplicación viable, así que tenemos tiempo para reciclarnos y reforzamos en aquello en lo que la IA es difícil que nos alcance, como es el pensamiento crítico y creativo, en el sentido que ya Sócrates apuntó: “yo no puedo enseñar nada a nadie, lo único que puedo es hacer pensar”.
De todo ello hemos hablado en el Foro Recursos Humanos, dedicado a la Fundación máshumano, en Capital Radio (Business) y dirigido por Francisco García Cabello.