II. UN SINDIÓS DE PREGUNTAS ESPECULATIVAS QUE SE CONTRADICEN ENTRE SÍ Y QUE NO COMPONEN NINGÚN ENTRAMADO CONDUCTOR. Así, una batería de preguntas, sin orden ni concierto, sin sentido ni estructura, que intentan obedecer a lo planteado por el pensador de Selva Negra, iniciaría nuestra ejercitación acerca de lo que pensamos acerca de lo que significa pensar: ¿Pensar es PROVOCAR LA APERTURA al entendimiento de lo que acaece oculto, u ocultado? No. Eso ahora es cosa de cosmólogos -nos diríamos a nosotros mismos, con torpe ironía, imitando a nuestro pensador-, los que tratan de apoderarse de lo oscuro de la materia y la energía sin cuestionarse en qué consisten las conceptualizaciones modernas de materia y energía con las que operan y calculan las entificaciones de la entidad del ente que manejan y dicen entender. La ciencia, podríamos añadir, no abre las cosas esclareciendo el ser de las cosas, ni tampoco esclarece las cosas desplegando el ser de las cosas, más bien cierra, confina, clausura las cosas apoderándose de ellas hasta que consiguen una opacidad que las hace visibles y, a la vez, sólidas y tangibles, manejables, asimilables, evidentes y, finalmente, obvias e indiferentes, hasta que pasan inadvertidas y se olvidan. Para pensar hay que provocar la apertura del entendimiento que ejercemos sobre las cosas. ¿Pensar es VER-VENIR certeramente los acontecimientos? No. Eso es asunto de augures que dicen ser capaces de distinguir los diferentes vientos del devenir: el del sobrevenir, el del pro-ad-venir, el del tras-llegar, el del re-partir, el del des-arribar… ¿Pensar es LLEGAR-A-VER descubiertamente lo que nos fundamenta? No. Pensar está relacionado con la contemplación que preserva y custodia mediante la escucha que se persuade de las sugerencias de las resonancias del ser y no con la de la empiria que observa y presenta a los entes mediante la impronta y la inmediatez de la mirada. ¿Pensar es el BULLIR-CHIRIBITEAR físico del potaje neuroquímico del cerebro? No. Pensar está relacionado con lo que somos. Y no solo somos ebulliciones fisiológicas de la materia, o chisporroteos mentales del cuerpo, remitámonos al mito de Cura, también somos los ecos del espíritu de las distintas épocas, remanencias de las diferentes experiencias de la conciencia y vibraciones acordes a la mundanidad de mundo. ¿Pensar es el BROTAR-SURGIR de la identidad humana? No. Tiene que ver más bien con el comienzo de la diferencia del ser, sentenciaríamos sin más. ¿Pensar es DESEAR-HALLAR lo que nos esencia? No. Esos ejercicios arqueológicos solo son una ejercitación previa al pensamiento de la que se puede prescindir. El anhelar es un tantear anterior al pensar que se efectúa desde la ilusión, la nostalgia o la melancolía. El pensar se ejercita con serenidad. ¿Pensar es BUSCAR-ENCONTRAR lo que nos principia, da sentido y finaliza? No. Aunque las odiseas fenomenológicas del homo viator se acercan a las inquiriencias del pensador. Los viajes de aprendizaje del pensar suelen entretenernos en tareas previas al pensar que piensa lo que nos es dado, tareas que consisten en implorar el establecimiento de lo donado. Lo dado que se nos escapa es lo que nos principia, eso es lo que hay que pensar, es lo que no podemos encontrar porque precisamente no lo buscamos, y no lo buscamos porque hemos olvidado que hemos de buscarlo. Los ruegos con los que intuimos lo donado nos dan sentido, sí, pero con ellos apenas rebuscamos entre lo que ya queremos encontrar. Y lo establecido nos constituye y finaliza, es aquello con lo que nos topamos sin necesidad de buscar. ¿Pensar es REPRESENTAR lo que somos? No. Eso sí que no. Pensar no afianza representaciones que pre-esencian la presencia instaurada con la que nos reconocemos habitualmente. Pensar nos saca de los señalamientos de la esteidad y nos abre a la quiddidad. ¿Pensar es cierto DES-RETRAIMIENTO DEL SER que desmantela, des-en-cripta, desemboza y des-encubre las cosificaciones de las que nos rodeamos, tras las que nos parapetamos de ese abismo que es la falta de fundamento que es el olvido del olvido? Que no, que no. Es algo más sencillo. Aunque la nada, ya sea como abismo cósmico, o como falta ontológica, o como sinsentido vital-existencial, penetra en el pensar profundamente. ¿Pensar es HACER-APARECER las soluciones de aquello que nos pone en cuestión? No. El pensamiento no resuelve cosas, ni disuelve dudas, ni absuelve culpas. ¿Pensar es DEJAR-MOSTRAR la mezquindad de los rígidos planteamientos que fosilizan las ejercitaciones del preguntar y ahoga las posibles soluciones vertebradoras? No. Eso es, más que destrucción de la metafísica que des-entifica al ser, denunciar la demolición de los pocos espacios en los que podemos encontrarnos… ¿Pensar es PODER-JUZGAR la finitud que nos limita? No. Aunque para pensar hay que hacerse cargo de esa finitud, hay que asumirla. ¿Pensar es SABER-DESCRIBIR la soledad que nos asola? No. Pero solo se piensa en soledad. Aunque sea compartida. El pensamiento nos deja solos ante la incertidumbre. ¿Pensar es APRENDER A CORREGIR las opiniones? No. Aunque tiene que ver con la capacidad de desenvolverse de la ambigüedad de las habladurías que genera la avidez de novedades que, más que ponernos en marcha, nos agita. Acabaríamos sentenciando, hilvanando precariamente una respuesta a partir de conceptos del pensador. ¿Pensar es, entonces, no lo que nos remueve de nuestros sitios, ni lo que nos moviliza a militar en ideologías que nos permitan sabernos entre los otros, sino lo que nos EMOCIONA, nos CONMUEVE y CONMOCIONA? No. Aunque pensar fascina y tiene que ver con el movimiento, es acicate, y nos espolea, y nos sobrecoge, y nos turba… Pensar sacude nuestros humores y malhumores, afectos y desafectos, sentimientos y resentimientos, templanzas y destemplanzas. ¿Pensar es QUERER-SENTIR los imaginarios ajenos que impelen a los otros? No. Eso es una cuestión moral de la que la empatía, la que rige la psicología y la sociología, se ocupa. ¿Pensar es ESPERAR-CAPTAR la verdad de lo que le pasa al ente que somos? No. Aunque la esperanza y la aprehensión están relacionadas con el pensamiento poético capaz de traer, de cazar, de aprehender aquello que somos y que se nos retrae, lo que sentimos que no sabemos que somos… Artemisa es la diosa que inspiraba a Heráclito en sus ejercitaciones del pensamiento... ¿Pensar es ANHELAR-VIVIR a la intemperie de las leyes, lejos de los paradigmas sociales y cosmovisiones políticas que son tramados por las estrictas constituciones vigentes que constriñen y retuercen nuestra verdadera naturaleza? No. Ay, el ermitaño Zarathustra, cómo ha influido en nuestras configuraciones del pensamiento. ¿Pensar es ATREVERSE-A-SER en medio de todas esas mundanidades tejidas por relatos y narrativas que consideramos ajenas u hostiles a la condición que tenemos de nosotros mismos? No. Eso es una ilusión, una irrealidad, una híper-realidad, las que nos aíslan a sentir una desconfianza e inseguridad que no se sostienen, ni soportamos. Pensar no es sospechar, ni oponerse. Es cierto contradecir, porque tiene en cuenta la contradicción. ¿Pensar es DECIDIR-DEVENIR ajeno al espíritu de esos tiempos intracotidianos en los que nos entretenemos y nos tenemos entre las cosas, con los que nos poseemos, por los que nos dominamos, mediante los que nos contenemos? No. Decidir-devenir así es una contradicción, una de esas contradicciones con las que Hegel especulaba pensar el todo, lógicamente, contradicciones que nosotros, los que todavía discernimos a partir de la identidad tautológica que solo hace juicios diciendo algo de lo que algo es, aún no sabemos digerir, ni tenemos la habilidad de manejar.

III. UNA CONCLUSIÓN QUE NOS DEJA EN LA DECEPCIÓN O EN EL DESENGAÑO PORQUE NO LLEGA A LO FUNDAMENTAL. Pensar, por tanto, no es reflexionar sobre uno mismo, ni especular la alternancia de las alternativas que podamos escoger, ni meditar sobre la esencia del espíritu de las diferentes épocas, ni rezar las consignas con las que se denuncian las penurias que nos tipifican, ni cavilar acerca de lo que nos define y señala, ni inquirir sobre lo que podríamos llegar a ser, ni investigar empíricamente la materia “sociedad”, ni elucubrar acerca de la utopía que surge con cada distopía precipitada en cada uno de los mundos posibles que creemos haber provocado, ni calcular con precisión, ni describir con fidelidad, ni rumiar las penas, ni maquinar las ilusiones que nos generan las mundanidades de mundo en las que nos instalamos sin llegar a habitarlas, ni experimentar los encantamientos de lo divino, ni tejer abstracciones que auguren lo venidero y hagan aflorar lo pasado. Pensar, concluiríamos, no es ninguna de estas decisivas acciones promotoras a las que nos llevan las sofisticaciones del lenguaje generador de lo gigantesco del mundo. Pensar es algo más sencillo. Pensar es, más bien, cierto DESASIMIENTO que nos desata de apremios y urgencias mundanas, es cierta disidencia, la que se desentiende de las concepciones habituales del imperativo pindárico “Llega a ser el que eres”, de ambos términos habla el maestro Eckhart, el pensar es recogimiento que deja-ser; es cierta FLUENCIA a la que se refiere Heráclito, y que Bruce Lee practica; es cierta SUGERENCIA de lo que somos que resuena en el ser, o cierta RESONANCIA de lo que somos que sugiere el ser, las que dibuja Heidegger; es cierta persuasión que, más que derrotar, convence, a la que alude Unamuno. Pensar, quizá, sea, sencillamente -se propone desde la ética- para nosotros, los que todavía no pensamos, desvelarse-por y preocuparse-de, esto es, poner cuidado, esmerarse. Ay, el cuidado. Ah, qué pensar más frágil y delicado nos queda cuando nos desembarazamos de aquellas decididas acciones que producen mundo, ¿¡no!? El pensamiento así concebido apenas sí logra abarcar y recorrer -salvar- lo que hay; apenas sí consigue alcanzar a entender -trascender- aquello que es; apenas sí conquista -supera- aquello que ya damos por dado o instaurado. IV. Y UN DESENLACE QUE PRETENDE CONSOLAR. Acercándose a la poesía alemana, Heidegger, en ¿Qué significa pensar?, ha sugerido que el pensar, el que está vinculado a la memoria, es devoción que lleva al agradecimiento. El pensar, más allá de las denominaciones que hayamos podido adjudicarle, más allá de las concepciones históricas que existan y más allá de las exigencias que reclame, llama al agradecimiento. Pensar sería entonces agradecimiento que nos salva del olvido, y que, por supuesto, desbarata el nudo de aquel olvido del olvido que nos ata a las otras cosas de un modo que nos hace indistinguibles de ellas. El agradecimiento es lo que nos convoca a pensar. Hay que ser agradecido, pero no para poder llegar a ser el que eres, no para responder a esas exigencias del mundo y de la vida que agotan al individuo y a la persona, sino para sencillamente poder llegar a pensar. A pesar de todo, hay que dar gracias a los dramas de la vida, a las fabulaciones de mundo, a esa sátira de la nada, a las comedias de lo divino y a la tragedia del ser que nos contienen, porque nos dan que pensar. “Es de bien nacidos ser agradecidos”, dice el refrán. Es, entonces, cuando, al ser agradecidos, nos volvemos hacia la idea del bien, y hacia la idea de comienzo, volvemos a considerar la bondad, volvemos al agradecimiento que se ofrenda desde la bondad, para poder pensar, esto es, para recordar con devoción, esto es, para acometer el olvido del olvido, esto es, para comenzar, y para que el ser-ahí pueda estimar qué es lo bello, lo verdadero y lo justo. Quizá, al pensar, al agradecer, ya no estemos junto a Heráclito al calor del hogar, aunque también, estimando en qué consiste el devenir del ser y el ser del devenir, sino junto a Sócrates, en las calles de Atenas, atónitos y perplejos, sabiendo que no sabemos nada, esto es, tomando conciencia del olvido del ser del ser-ahí, afrontando esa falta de fundamento, pensando que todavía no pensamos, pero siendo agradecidos, a pesar de ello. El ser-ahí es, como dice el profesor Martínez Marzoa, Sócrates. Todos llevamos en nuestro fuero interno a ese “daseínico” Sócrates, al que quizá hemos olvidado mucho durante mucho tiempo, demasiado ocupados por realizarnos como individuos pragmáticos en nuestras empresas, como el patrón Ánito; muy atareados por gobernarnos como personas cabales en la polis, como el orador Meleto; y absortos por recogernos con fervor, quizá rutinario, en el templo, como el poeta Licón. Ah, el socrático dasein, el que, más que custodiarlo, o atesorarlo, ejercitándolo, yace sepultado bajo las distintas premuras y precariedades del mundo y de la vida, entre los ineludibles agüeros de la nada y tras vanas promesas de lo divino que nos “dasmanizan”. Gracias. Un saludo cordial. Y perdón por abusar...

Hola, Joaquín. Como es un libro de 2004 quizás ya se agotó la edición. La opción que queda por el momento es consultarlo en archivo electrónico. Se puede conseguir fácilmente en internet, si no, me pasas tu correo electrónico y te lo mando. Saludos.

@@angelxolocotzi Sí, lo tengo! Solo es que disfruto los libros en físico y además quería apoyar su trabajo. Gracias por la respuesta!

La filosofía casi siempre ha sido útil para legitimar el poder político y económico vigente. Y en la actualidad, tal vez, más que nunca. Solo que pasa desapercibida, estratégicamente, esa influencia.

@@ignaciodiaz1335 Toda la razón para tí. También para darle sustento teorico a las perversas religiones monoteistas. El río Sena, lleno de excrementos, se usó para inaugurar le Olimpiade woke de Paristán: todo bajo la influencia de la filosofía progresista deconstructiva LBGTPXSSSS; toda esta filosofía detestable ¿viene de donde?, pues de Francistán, parece que allí todo apesta, el río y la filosofía francesa.

Estimado Carlos Rivas, lo que señalas es una pregunta central. La filosofía sirve para nada y todo. Esa respuesta podría entrar en las "divagaciones" que mencionas y que al parecer no dicen nada. No sirve para nada comparada con otros comportamientos y ocupaciones. No sirve para "hacer" dinero o para dar fama, quizás tampoco sirve para saber muchas cosas. Pareciera, en efecto, una pérdida de tiempo que es atendida por aquellos que no saben qué hacer con sus vidas y que no son buenos en nada. "Servir para algo o de algo" significa tener logros, que se cierren círculos: escribir un libro científico, ser dueño de una cafetería, lograr una medalla de plata en las Olimpiadas, por lo menos concluir una ingeniería, etc.. ¿Cuándo puedo decir que algo sirve para algo? Cuando los saberes matemáticos transmitidos me llevan a ser ingeniero o cuando los consejos y ejemplos empresariales me llevan a tomar buenas decisiones y abrir una cafetería, cuando la constancia en el entrenamiento me lleva a obtener una medalla, etc...Decimos que algo sirve cuando muy apegados a la causalidad vemos efectos, observamos el cierre de ciclos y quizás la apertura de uno nuevo. Lo que se "sabe" en filosofía parece no tener efectos en ese sentido de tal manera que se cierre algún ciclo. Seguimos viviendo y seguimos preguntando y discutiendo sobre el mundo, la vida, el tiempo, la muerte. ¿Son meras divagaciones? ¿Hay que olvidar todo eso y solo concentrarnos en los ciclos que pueden ser cerrados? Podemos hacer planes, pero estamos vivos, el tiempo transcurre, habitamos un mundo y contenemos la posibilidad más originaria que es la muerte. Parece entonces que la filosofía se desvía de los otros saberes y quizás por eso es difícil comprara si sirve para algo, cuando tal servir quizás es solo causal. En fin, la filosofía se mantiene siempre abierta, como la vida, y curiosamente uno de los "filósofos" que más ha pensado en esto es Martin Heidegger. Estadísticamente se puede decir que los dos filósofos que más han impactado a otros desde el siglo XX son Heidegger y Wittgenstein. El hecho de alguno de ellos nos haga "odiar" a la filosofía, quizás tiene que ver con la forma de acceso. Bueno, creo que ya divagué mucho en mi respuesta. Saludos.

@@angelxolocotzi La FILOSOFIA en mayúsculas, es una poderosa herramienta intelectual, conceptual, analítica, que como la Matemática, te eleva por encima del nivel estándar. Es la actividad en la que abordas un problema, preguntas, analizas, encuentras o intuyes soluciones, , revisas las soluciones, entiendes y aceptas o rechazas otros análisis (mucho más), es la FILOSOFIA que aborda problemas reales. Pero las teorías de Heidegger, los filosofos progres franceses , ¿cómo ayudan? ¿cómo mejoran la capacidad de pensamiento si ni los mismos filósofos las entienden. ¿Para que me sirve "saber " que el dasein es el ser en si mismo para si mismo en tanto que es, o que existe siendo, o es existiendo? Por dios, ¿cómo se entiende esa ensalada de camotes, pescado, mermelada? Si usted me habla de Wittgenstein, "mi mundo es mi lenguaje" puedo saber que mi ignorancia es inversamente proporcional al tamaño de mi mundo , si quiero ampliarlo, debo aprender más. Claro el mensaje, clara la sugerencia para la acción, me entiende usted? Esa es para mí FILOSOFIA. La biblia, la leí completa una sola vez, al terminar la tiré a la basura. Los libros confusos confundidores y confudientes en el acto de la confusión heiddegeriana son como la biblia. Se que por razones de vuestra ocupación, tiene que tragar semejante sapo.

En el siglo XXI parece que la filosofía es cada vez más útil para servir a los espurios intereses de Silicon Valley.