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¿Cómo definir a un cuarteto que en un tema pasa de un clima lo-fi a un hardcore rabioso; de un funk o incluso de un poco de soul a una base pesada; de un punteo de guitarra propio del hard a mezclarlo con un teclado futurista? La definición perfecta, a la que un selectísimo grupo de bandas ha logrado alcanzar se llama Living Colour. De gira para presentar “Shade”, su último trabajo que demoró ocho años en ver la luz, los neoyorquinos demostraron que en el hard rock la vanguardia y la innovación es una palabra que también aplica. Uno de los puntos negativos, en comparación a su anterior presentación en el Gran Rex, fue el lugar que, por algún problema acústico, obligó a que la banda no pudiera desarrollar esa fuerza sónica que la caracteriza. Si a los inconvenientes con el sonido -sobre todo la voz de Glover, que sonó baja durante todo el show- se le suma que además Groove les quedó muy pero muy chico, los futuros productores que se decidan a traerlos deberán ajustar los parámatelos de búsqueda y arriesgar el bolsillo un poco más. De los cuatro titanes artífices de este precioso blend llamado Living Colour, Vernon Reid es el gurú a través de quien pasa la mayor parte de la experimentación que alimenta a la banda, trabajando con escalas complejas que van de los mínimos agudos a unas distorsiones deformadas; Doug Wimbish y Will Calhoun, la columna vertebral que cualquier banda envidiaría tener, básicamente porque se les nota mucha escuela y una rara veta jazzera al servicio del rock; Corey Glover, la voz de los mil climas, puede pasar desde un rap o un hip hop a un violento thrasheo propio de cualquier vocalista de la costa oeste. En fin, Living Colour es de esas bandas para ser conscientes de que la música siempre debe tener un lugar incómodo para poder sobrevivir.